martes, 10 de abril de 2012
Lógica aplastante
martes, 27 de diciembre de 2011
Y...
miércoles, 8 de junio de 2011
Apología y karma (así son estas cosas)
O tal vez sí sabías. De todas formas no tienes la culpa. Así son estas cosas. Tú lo merecías más. Tú lo querías más. Tú, que eres tan tú y tan importante. Tú, que nunca quisiste lastimar a nadie.
O tal vez sí querías. Así son estas cosas. Con todo, no hay forma de que sea tu culpa. Nada debías. Tú, tan inocente porque no es problema tuyo. No puede ser tu culpa porque no lo entiendes. Porque, aunque ahora creas que sí, tú no lo sabes. No puedes saberlo. Así son estas cosas. Pero no te preocupes...algún día, después de todo, vas a entenderlo. Vas a saber cómo duele cuando de verdad duele.
viernes, 12 de noviembre de 2010
aeterna
Ay, pero si yo nunca quise ser eterna. A las cuatro de la mañana, la verdad, querer eternizarme es sólo una forma pedante de justificar el siguiente trago. Y a cualquier hora de un martes, francamente, la eternidad no son más que ganas de llenar páginas mudas. La vida se acaba a cada rato y, al menos a mí, me parece mucho más interesante ser perecedero. Lo digo en serio: caducar tiene más chiste. Como sardina, sí, pero también como el vestido aquél que nunca me volverás a quitar. Por eso te cambio, como siempre, la eternidad por un ahora. La fugacidad es tuya. Si se te escapa en el intento de hacerme perenne, es sólo tu culpa. Yo, ya te lo dije, nunca he querido ser eterna.
viernes, 10 de septiembre de 2010
Autopsia
Eso, y no otra cosa, es lo que me enerva: tu insidiosa fijación con mis adentros, la forma errática en que remueves mis órganos creyendo que, por fin, lograrás descifrarme. Te tengo noticias: estoy viva, idiota. Así que corta, sutura, sigue destazándome con ojos inquisidores. Eres tú la que se vacía.
sábado, 17 de julio de 2010
Personaje femenino
Te acostumbraste a imaginarla así, porque le convenía a la historia. Al principio la narrabas vestida de blanco y con algo parecido a una aureola sobrevolándole la cabeza que, más que evocar al misticismo, la hacía ver un poco tonta. Ella aborrecía su caricatura, pero se sometía ciegamente a las líneas que ibas trazando en el boceto. Quién sabe cuándo sería que empezó a quedarle estrecho el disfraz de mártir, pero poco a poco fuiste alterando el personaje. Empezaste por añadirle unas medias negras bajo la túnica, luego un curioso tinte de rubor en las mejillas, finalmente algo de ironía en los ojos. El tiempo te obligó a cambiar por completo el atuendo, dejando atrás toda pureza al vestirla de colores que provocaban, ahora sí, algo bastante más perverso que la ternura.
viernes, 11 de junio de 2010
Condicionales
Bueno, yo también podría. Si las manos dejaran de temblar podría, despacito, deshacerme de todo eso que me estorba. Y es que hay retazos de falsedad que me sigo encontrando, así, de pronto, aparentemente olvidados encima de una mesa. También podría empezar a atesorar mentiras propias, tener unas gotitas de veneno acumuladas, por si se presentara la ocasión de utilizarlas. Podría abrir la ventana y dejar escapar todos los pájaros que agonizan en mi cabeza. Incluso podría ser otra: más audaz, más lunática, más concreta. Sí: yo también podría. Pero si no hubiera aún fragmentos de cinismo desperdigados por la recámara, no querría. Y entonces las manos no estarían temblando. Y entonces el uso del condicional sería innecesario y obsoleto.