sábado, 5 de febrero de 2005

Un cielo de sábanas rojas


¿Y qué hago yo, ahora, con estas ganas de no tener ganas de quererte? Deshaciéndome de tus fotos... (¿para qué?) y transportándome mentalmente a Salamanca. Cuando me abrazabas con el pretexto del frío y caminábamos de la mano por la Plaza Mayor. Y las luces, y la gente, y la música...y antes, esas interminables tres horas de autobús, para después recibir el regalo de tus ojos azules esperándome en la estación. Luego, un beso robado cuando de fondo David Bisbal lloraba sus penas. Patético. Y de ahí a descubrir que sí, que eras tú la persona indicada para descubrirme, que no importaba que tú nunca hubieras querido ser explorador. Que no me quisieras igual... o que nada más no me quisieras. Importaban todos esos besos que no caben en una canción. Importaba que yo sí te quiero.

         Luego, Madrid, y de nuevo tus ojos en el pasillo de perfumería del Corte Inglés. Tantos olores y yo buscando, reconociendo el tuyo. Y otra vez lo encontré, entre las sábanas rojas de ese quinto piso en el barrio de Argüelles. Un quinto piso antes del cielo, pero más cerca del cielo de lo que he estado nunca. Porque "el cielo, si es que existe, debe ser un instante de sexo congelado". Después el agua corriendo por tu boca, y  mi boca...y los dos tan juntos que ya no se sabía quién eras tú y quién era yo. Y tu espalda iluminada por la luna, y mi espalda sintiendo que no necesitaba nada más, porque tenía la tuya al lado. 

         Madrid eras tú, mezclado con la música setentera y los martinis de la Casa Sol. Tú bailando conmigo como si no existiera nadie más, tú abrazándome otra vez en el metro, mientras volábamos de nuevo al cielo de sábanas rojas. Tu pie y mi pie pisando el Kilómetro Cero. Mis ojos con los tuyos mirando la Puerta del Sol.

Te llevaste esa mirada en la maleta, de vuelta a Salamanca. Un silencio eterno, más tarde tu voz otra vez, pidiéndome que fuera a verte. Pero no fui. En parte por vengarme del silencio y en parte...porque no volviste a pedirlo. Porque me hacía más falta a mí que a ti. Me moría de estas ganas que ya no quiero, pero me siguen aplastando.