viernes, 12 de noviembre de 2010

aeterna


Ay, pero si yo nunca quise ser eterna. A las cuatro de la mañana, la verdad, querer eternizarme es sólo una forma pedante de justificar el siguiente trago. Y a cualquier hora de un martes, francamente, la eternidad no son más que ganas de llenar páginas mudas. La vida se acaba a cada rato y, al menos a mí, me parece mucho más interesante ser perecedero. Lo digo en serio: caducar tiene más chiste. Como sardina, sí, pero también como el vestido aquél que nunca me volverás a quitar. Por eso te cambio, como siempre, la eternidad por un ahora. La fugacidad es tuya. Si se te escapa en el intento de hacerme perenne, es sólo tu culpa. Yo, ya te lo dije, nunca he querido ser eterna.

viernes, 10 de septiembre de 2010

Autopsia


No, a mí lo que me molesta no es el frío de esta mesa metálica. Admito que al principio me sorprendió su contacto gélido contra la espalda desnuda, pero también a eso terminé por acostumbrarme. Tampoco me incomoda el olor a formol, ni extraño demasiado la ropa: el pudor que experimento poco tiene que ver, en realidad, con estar en cueros. Lo que me duele, lo que me intimida, es la mirada penetrante, el escrutinio que va mucho más allá del cuerpo. La devoción perversa con la que te aferras al bisturí para descubrir qué es lo que tengo dentro, todo eso que no puedes localizar en la ficha clínica. ¿Qué dice ahí? ¿Mi edad, mi peso, mi estúpido signo zodiacal? No te interesa. Tú quieres saber el valor que para mí tienen ciertos recuerdos, la manera exacta en que me muerdo los labios cuando me concentro, el origen preciso de cada una de mis neurosis.

Eso, y no otra cosa, es lo que me enerva: tu insidiosa fijación con mis adentros, la forma errática en que remueves mis órganos creyendo que, por fin, lograrás descifrarme. Te tengo noticias: estoy viva, idiota. Así que corta, sutura, sigue destazándome con ojos inquisidores. Eres tú la que se vacía.

sábado, 17 de julio de 2010

Personaje femenino


Te acostumbraste a imaginarla así, porque le convenía a la historia. Al principio la narrabas vestida de blanco y con algo parecido a una aureola sobrevolándole la cabeza que, más que evocar al misticismo, la hacía ver un poco tonta. Ella aborrecía su caricatura, pero se sometía ciegamente a las líneas que ibas trazando en el boceto. Quién sabe cuándo sería que empezó a quedarle estrecho el disfraz de mártir, pero poco a poco fuiste alterando el personaje. Empezaste por añadirle unas medias negras bajo la túnica, luego un curioso tinte de rubor en las mejillas, finalmente algo de ironía en los ojos. El tiempo te obligó a cambiar por completo el atuendo, dejando atrás toda pureza al vestirla de colores que provocaban, ahora sí, algo bastante más perverso que la ternura.
Al verse en la cima de un pedestal falso y forrado de desgaste, ella escapó corriendo, anticipándose a la inminente llegada del látigo, las botas de cuero negro y los labios rojos con los que ya aderezabas su cuerpo en tus desvaríos literarios.
Nunca supiste contarla como era. No lo sabes todavía, y por eso te preguntas dónde colocar el ojo de cristal, el sombrero negro y hasta la escoba que, ahora, te parecen tan apropiados. Ella no está más ahí. No es su culpa haber sido concebida como personaje inacabado. No es su culpa que, en lugar de mirarla, te hayas dedicado a imaginar historias convenientes.

viernes, 11 de junio de 2010

Condicionales

Bueno, yo también podría. Si las manos dejaran de temblar podría, despacito, deshacerme de todo eso que me estorba. Y es que hay retazos de falsedad que me sigo encontrando, así, de pronto, aparentemente olvidados encima de una mesa. También podría empezar a atesorar mentiras propias, tener unas gotitas de veneno acumuladas, por si se presentara la ocasión de utilizarlas. Podría abrir la ventana y dejar escapar todos los pájaros que agonizan en mi cabeza. Incluso podría ser otra: más audaz, más lunática, más concreta. Sí: yo también podría. Pero si no hubiera aún fragmentos de cinismo desperdigados por la recámara, no querría. Y entonces las manos no estarían temblando. Y entonces el uso del condicional sería innecesario y obsoleto.

lunes, 7 de junio de 2010

De príncipes y piratas

Ondeaba en tu cabeza la bandera negra, tan majestuosa como de costumbre, con su calavera, sus tibias, su peligro inminente. Ya desde entonces te seducían el parche y el filo de las espadas, los mapas indescifrables que anunciaban tesoros con el brillo azulino y rojizo de las piedras preciosas. Pasabas las páginas con avidez, con la aventura en la punta de la lengua, mientras al fondo del librero las historias que hablaban de príncipes azules se llenaban de polvo. Ellos, tan insulsos, tan repeinados, trataban de llamar tu atención, de engatusarte con palacios de marfil. Galopaban, un poco hartos, encima de caballos blancos, intentando convencerte de que era posible vivir feliz para siempre. Gritaban con sus voces cristalinas que te alejaras del mar y los monstruos de las profundidades. Era inútil. Las cuerdas vocales que te atrapaban eran mucho más ásperas, salpicadas de ron y locura, de reconocibles toques de arena y sal.

No te preguntes ahora qué hacer con las tormentas ni cómo controlar el imprevisible timón que, casi todo el tiempo, es más fuerte que tú. No tiene caso lamentar el impacto de las olas ni la ausencia de puertos o islas en el horizonte. Desde los tiempos remotos de los cuentos de hadas, había que elegir. Y tú sabías que los príncipes tenían coronas que ofrecerte. Pero los piratas fueron siempre más divertidos.

martes, 18 de mayo de 2010

Entrada triunfal

Ve nada más la hora que es y yo sin saber qué ponerme... Pésima idea la jarra de ayer, tengo cara de muerto viviente... Voy a necesitar ayuda materna, seguro me va a marear para que no me ponga los tacones negros... Sí, a mí también me gusta más el tercer outfit, pero los tacones se quedan...Sólo me faltaba esto, cómo se me pudo olvidar, debe haber algún cepillo redondo en esta casa... Qué pinche calor de mal gusto, voy a llegar toda esponjada... Ya estuvo, mínimo me quedaron lindos los ojos... Por fin el timbre, a este paso vamos a llegar a las mil... No bueno... sólo al Pishi se le ocurre ir por unos tacos a esta hora, ni hablar, vamos antes de que se largue toda la fiesta... Ni me acuerdo de la última vez que vi a Santi, creo que en el Esenza... Tarde y apestando a taco, qué entrada... Qué estrés, no, no quiero nada del oxxo, aquí te espero... De veras me quedaron bien los ojos, bendito rímmel, y casi ni se ven las ojeras... Ojalá que se le prenda el foco y traiga también unos chicles... Ay Javiercito, claro que no estoy escuchando la canción, me da igual esto o Joan Sebastian o lo que quieras, lo que necesito es que lleguemos de una vez... En serio me urge un GPS, esas cosas son una maravilla, y más con las perdidas que me meto yo en México... Tebas, qué nombre tan literario para una calle, y la fiesta en Babilonia, hasta poética pinta la noche... Pues claro que está todo lleno, qué esperábamos si es casi la una de la mañana... Sí, ya, aquí atrás del Volvo, y Mónica que se acomode atrás de esa entrada... ¿Sí es entrada? Toda llena de hojas pero no vaya a ser que salga alguien y para qué queremos problemas... ¿Qué tanto hace Mónica? Igual no está tan chido estar aquí parados en la calle... pero no, no hay problema, eres una paranoica, vienen platicando, chance y hasta van a la fiesta... No, estúpida, tenías razón, no estaba tan chido, está sacando algo de su sudadera... Ya valió, ahora sí ya valió... así es como se ve una pistola... ¿Y eso de ahí es navaja o cuchillo de carnicero? No, cómo las llaves, el coche nuevo de Pishi, tan contento que estaba... Claro, toma mi bolsa y yo me quedo aquí quietecita atrás del árbol, pero por favor no vayas a tocarme, y deja de decirme amiga... La puta madre, ahí están mi dirección y las llaves de mi casa, no vaya a ocurrírseles ir a asaltar a mis papás, y cómo les aviso si el celular también está allá dentro... ¡en la torre!, la credencial de la facultad, ahora ni cómo estacionarme... ¿Será posible que acabo de pensar esa pendejada? Mónica dale tu bolsa de una vez, que se vayan, que se mueran, que los parta un rayo, que no nos toquen... ¿Cómo que ahora qué hacemos? Correr, que no regresen, carajo, ya me quedé con la campana en la mano de tanto tocarla, que nos abran ya... Qué gusto verte, Nachito, nunca tanto gusto como ahora... Cuánta cara amable, sí, gracias, agua está bien, sí, aquí afuerita, hace diez minutos, el coche de Pishi y el de Mónica, estamos bien, de veras, no nos tocaron... No, gracias, no necesito nada... Sólo dejar de temblar. Sólo dejar de ver sus caras, la sudadera, la pistola, la navaja. Sólo regresar a un tiempo en que lo más importante eran los ojos que habían quedado tan lindos, la entrada triunfal, los tacones negros que ahora están rotos de tanto correr.

jueves, 6 de mayo de 2010

Casi una hecatombe

La insensatez de pensar que era posible confundir sus ojos...

Furiosa, quiso guardarlo todo en un baúl y enterrarlo en algún lugar al fondo del jardín.
Desbarató en un segundo la colección de imágenes, que se estrellaron desconcertadas contra las paredes. Por el suelo rodó asustado un anillo de plata y un par de canciones escaparon volando a través de la ventana, persiguiéndose una a otra con sus voces añejas y rasgadas. Tembló a lo lejos una mesa, tratando inútilmente de esconderse detrás de aquel sillón que la conocía desnuda. Las botas altas, atrincheradas en el armario, soltaron una lágrima discreta. Desde la encumbrada repisa, una buganvilia intentó suicidarse para huir de la masacre, pero el aire, salvándola, la hizo revolotear por la habitación, donde ya había cundido el pánico y un millón de poemas se apresuraban en desbandada hacia la puerta. Las frases susurradas a media voz -eternas habitantes de la almohada- se precipitaban desde las sábanas, chocando de vez en cuando con fotografías que buscaban desesperadas la manera de abandonar los marcos.
Cuando, abrumada por la futilidad de su lucha, se desplomó junto al baúl, tuvo que taparse los oídos para no escuchar los ensordecedores gritos de los metalampos. Dos palabras tímidas se ayudaban a salir del cofre con sus diminutas manos. Supo entonces que eran ellas quienes habían dado la voz de alarma, responsables perennes de la incapacidad de enterrar vivo cualquier recuerdo que tuviera esos ojos.

jueves, 8 de abril de 2010

Ariadna


Y allá, al final del laberinto, lloras con un ovillo dorado entre las manos. Volviste a Minos a esperarlo, convencida de que era posible olvidar el incidente en Naxos. Porque él había prometido salvarte. Porque algunas versiones juran que te buscó en esa isla, que no te olvidó, que fuiste tú la que se quedó dormida.
Por eso quisiste regresar al principio, soñando encontrarlo, antes de la batalla con la bestia mitológica que compartía tu sangre.
Pero él ha tenido el desatino de perder la brújula, y tú sola ya no puedes salir del laberinto. No te dan miedo las sombras ni la noche, pero te aterra constatar que cada nuevo día, algo de Asterión se gesta en tu cintura. Y a pesar de todo te anudas el hilo, áureo y cegador, al tobillo izquierdo. El último fragmento de esta caja de Pandora te convence de que él, siguiendo las estrellas, podrá encontrar a tiempo el otro extremo de la hebra.

miércoles, 24 de marzo de 2010

Pluma bífida

No siempre escribe usando gotas de lluvia. También le gusta narrar ojos de pupilas claras y contar el contraste imposible de noches inundadas de luz.
Es, como casi todas, narcisista y vanidosa: encuentra un placer perverso en hablar de sí misma, aunque también es cierto que le gustaría relatar historias ajenas pero está convencida de que su imaginación (y su tinta) no pueden llegar tan lejos.
Casi siempre comparte demasiado y los trazos de cada letra se vuelven transparentes, en ocasiones peca de cursilería, en todo caso, tiende a pasarse de sensible. Por eso, a veces, quienes no la conocen la intuyen ingenua y hasta simple, creen que pueden descifrarla.
Es entonces cuando la tinta hierve y es capaz de precipitarse ante las fauces del tintero abierto, queriendo ser bífida, venenosa, consciente. Pero es verdad: la rabia no basta y no cualquiera tiene el talento de reptar. ¿Y después? Siempre quedan los versos de otros. Se acuerda de un poema que nunca le gustó y ahora, de pronto, le sirve, así que lo retuerce y lo exprime hasta hacer lo impensable: lo plagia.
Y ahora sí: "¡Chillen...!"
Sólo que ella, a diferencia de la pluma original, no se refiere a las palabras.

jueves, 21 de enero de 2010

Ruinas

Miraste mi cara intentado encontrar en ella tus propios sueños. Exploraste mis ojos en busca de un destello de ti mismo y exigiste que expresara la misma emoción que tú sentías ante la visión de las ruinas. No te preocupaba mi falta de entusiasmo, sino la ausencia de tu reflejo en mis emociones. Pero es que yo no soy eso. A mí me hacen vibrar las palabras, las canciones, los detalles. Los intentos cursis que hacen a veces las flores cuando quieren convertirse en hadas. Antes lo sabías, antes podías verme. Los templos gigantescos y las piedras son sólo ecos de la majestuosidad de otro tiempo. Impactantes y monumentales...pero siguen siendo piedras, que no susurran, ni cantan, ni lloran. Las tumbas están huecas y huelen a olvido. Y yo no soy eso. Yo soy otra cosa, que ya no reconoces.

Soy la misma que te espera y te recibe de vuelta después de cada abandono. Pero la última vez que volviste te habías olvidado de quién era yo, y por eso trataste de convertirme en tu sombra. Y cuando no pude serlo, cuando no pude fingirme conmovida, me miraste como si fuera sólo las ruinas insomnes de la mujer que amabas. Como a un montón de piedras imponentes y con años de historia a cuestas, que ya no te conmueven. Y no, tampoco quiero ser eso.