Porque un día de estos voy a olvidarme de narrar el dorso de tus manos. Y de ficcionalizar tus palmas, también.
Voy a dejar de poetizarte como ritual matutino. Y vespertino.
Voy a dejar de soñarte en papel.
Cuando menos te lo esperes, mis letras van a ser sólo mías. Y aunque te busques no vas a estar retratado en una sola línea. Y si no te buscas (porque nunca te buscas), tampoco.
Cualquiera de estas tardes, además, va a dejar de importarme lo que escribas tú. (O si lo escribes para mí, o para ella, o para las de antes.)
A mí (ya lo sé) me van a quedar un montón de hojas en blanco. Y galones de tinta y las manos inquietas, sí. Y un nudo infinitamente real en la garganta. ¿Y a ti? Si uno de estos días no escribo más para encontrarte, ¿harás tú, por una vez, el intento de buscarme?
2 comentarios:
Eres bastante modesta; te faltó hablar de los sonetos, las coplas, los epistolarios y los tinteros borrachos de tinta que ordeñas a diario… ¡Buenísimo como siempre May! La letra es de quien la trabaja ¿no?
Ojalá fuera a diario, Turri. Borrachos de tinta sí, como debe ser. Gracias por las flores: es un honor compartir y trabajar las letras con usted.
Publicar un comentario