miércoles, 5 de agosto de 2009

Reconstrucción onírica


Al principio era todo nariz. Como un Adrien Brody menos alto y algo descolorido, pero mucho más interesante. Más melódico. Luego se convertía en boca y en dientes, y las notas musicales que le resbalaban de la lengua cantaban, de pronto, entonando la palabra “dedos”, y los dedos se tocaban hasta formar una mano que quería, a su vez, tocar la mía, tan petrificada y eufórica.

Con el roce de aquella mano, mis piernas se convertían poco a poco en cuerdas, y mi cuerpo completo tenía forma de algo parecido a un ábaco...y después toda yo era una lira, tensa la cadera y afinada la cintura, aterrorizada y expectante ante la posibilidad de que me arrancaran un sonido. Me daba cuenta entonces de la incapacidad de producir un acorde lo suficientemente bello, y me alejaba de aquel Orfeo, corriendo a toda velocidad con un estruendo de madera hueca.

Y despertaba así, con un extraño olor a cuerda en las rodillas y envuelta en partituras y notas musicales que habían dejado de sonar.